domingo, 2 de octubre de 2016

MEDITEMOS...


“Soy tan inútil que no sé abrir mi plexo solar, ni invocar al poder Universal, ni hallar las sincronizaciones que los astros me envían, ni tampoco sé vivir en el estado zen de conciencia, ni consigo sanar mi ansiedad por más autoafirmaciones que me hago, ni por más mantras que cante..¡Pero si ni siquiera me relaja pintar mandalas! Me acuso de imbécil, de incapaz, de no saber hacer lo que está en mi mano hacer”

Ésta es Marifé, nuestra protagonista. Una mujer de treinta y muchos, que a pesar de su inteligencia no puede encajar las vicisitudes de la vida sin un “yo atraje esto”.

Llegó a consulta después de muchos “intentos alternativos para sanar”, aunque no estaba enferma.

Facebook la sedujo en su bombardeo constante de recetas mágicas para despertar su yo interior, el Ser espiritual que se conecta con el Todo. Anuncios de retiros sanadores, promesas de expansión de la mente, gurús conocedores de la Verdad del Universo, y un sinfín de blogs prometedores de la Felicidad-está en tu mano-en sólo 10 pasos.

Era fácil dejarse seducir. Es de idiotas no hacerlo cuando la promesa es el Éxtasis, el Paraíso en la Tierra.

Devoró libros, acudió a conferencias sobre “Atrae abundancia a tu vida” y “Aprende a soñar en grande”. Asistió a grupos varios y finalmente, se deprimió. Y para ser sinceros, me sorprende que no se hubiera deprimido antes.

La promesa de lo fácil, cuando no surte efecto, facilita culparse por inepto. Y eso es lo que le ocurrió a Marifé.

Si todo lo que te ocurre (bueno y malo) depende únicamente de tu poder para invocarlo (consciente o inconsciente) y tu vida no es maravillosa en todos los ámbitos, da por seguro que eres un auténtico fracasado. Un idiota, para ser más exactos. Y así se sentía Marifé, cuyo nombre la esclavizó más de lo deseable.

Y es que la fe mueve montañas...montañas de dinero.


Vivimos en este presente incierto, un terreno abonado para las Marifés, donde la responsabilidad y la culpa, se dan la mano.

La espiritualidad mal entendida va acompañada de multitudes, de extravagancias y pomposidad cuántica, se adorna con pseudociencia, con turbantes y túnicas, con búsquedas no encontradas y con encuentros muy buscados.

Demasiado ruido para meditar bien.







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